La primera noticia pública que se tiene de este hombre es la de haber sido uno de los cuatro jefes mineros (José Álvarez, Sebastián Carrasco y los franceses Paul Charvet y el ingeniero Antoine Bourbon) que encabezaron una multitud de mineros asistentes a los funerales por los dos trabajadores que a principios de junio de 1907 murieron a consecuencia del desprendimiento de la jaula del pozo Nº 4 cuando volvían a la superficie una vez terminado su jornada laboral y que fueron enterrados en el atestado cementerio terriblense de Jesús construido apenas poco más de un cuarto de siglo antes, pero que desde hacía una década estaba manifestando su tremendas limitaciones para albergar a los fallecidos de una población en pleno crecimiento demográfico, como era la flamante villa de Pueblonuevo del Terrible -que tras largos y porfiados pleitos había conseguido junto a la inmediata villa de Peñarroya alcanzar la total independencia de la matriz de Belmez el día primero de enero de este mismo año- en un tiempo en el que, según contaban quienes lo vivieron, «había que desenterrar a los más antiguos para acomodar a los más recientes».
A finales de este año se presentó
como candidato de los conocidos como indefinidos, en este caso
promovido desde la Sociedad Francesa, sin tener una adscripción a los partidos
monárquicos clásicos conservadores o liberales, a las elecciones municipales
para la renovación parcial del Ayuntamiento terriblense en la que vencieron
holgadamente los republicanos sorianistas. Su popularidad hizo que fuera el que
consiguiera más votos de los dos monárquicos que resultaron elegidos, por lo
que formó parte del nuevo consistorio en 1910, el último que presidiría, aún
estando ya enfermo, el liberal barrosista José Antonio Rodríguez Aparicio. Formó
parte de la Comisión 1ª, la encargada de hacienda, presupuestos,
amillaramientos, repartimientos, impuestos y arbitrios de todas clases.
En agosto de 1912 para solucionar el problema de los católicos terriblenses que deseaban poder cumplir sus deberes religiosos y tenían serias dificultades debidas no solo a la pequeñez del templo sino a su lamentable estado de conservación que amenazaba ruina una Junta de Damas constituida tres años antes estaba recogiendo fondos procedentes de todo el país para adquirir el solar sobre el que el Gobierno español levantaría la nueva parroquia atendiendo al entonces vigente Concordato con el Vaticano -no hay que olvidar que, según la vigente Constitución de 1876, España era un país confesionalmente católico- Sebastián Carrasco aparece en el listado de donantes con la cantidad de 25 pesetas (lo que suponía casi una semana de jornal de los trabajadores del interior en las minas de hulla grasas de la cuenca).
En agosto de 1915 fue uno de los
vocales del nuevo comité del partido liberal-conservador de Pueblonuevo y en
noviembre contribuiría con 20 pesetas para la construcción del monumento
dedicado al Gran Capitán que, realizado por el escultor cordobés Mateo Inurria,
desde la mitad de los años veinte del pasado siglo se levanta en la céntrica
plaza de Las Tendillas de Córdoba.
Siendo jefe de la histórica mina
belmezana de Cabeza de Vaca durante los 64 días de la huelga que afectó a toda
la cuenca del Guadiato en 1920 y estando
actuando como maquinista -los jefes y técnicos mineros no secundaban
habitualmente los paros obreros y se dedicaban a realizar las imprescindibles
labores pactadas con los sindicatos para el
mantenimiento de las instalaciones de los pozos que permitirían la más
pronta reanudación del trabajo una vez terminado el conflicto- tuvo que
organizar el salvamento de uno de los mineros que trabajaban en el interior,
sepultado por un hundimiento, para lo cual reclamó la ayuda de los demás
maquinistas en huelga que se negaron a asistir hasta ser autorizados por el
sindicato, que dio inmediatamente su aprobación, aunque deficiencias en el
servicio de tracción y otras negligencias retrasaran el rescate del infortunado
trabajador y provocaran una polémica moral que afectó a unos y a otros ya que
es la única ocasión conocida en la que en estas minas se planteó un conflicto
entre la primitiva e imperiosa obligación de actuar para tratar de rescatar a
un compañero y la duda impuesta por el seguimiento de las directrices del
sindicato cuando se estaban viviendo los primeros días del segundo mes de paro.
En 1922 se sumó a la suscripción
realizada en Córdoba y su provincia con el fin de realizar una obra cultural o
benéfica con la que homenajear al ilustre cordobés José Sánchez Guerra que
había alcanzado la presidencia del que se convertiría en el último gobierno
constitucional de la monarquía de Alfonso XIII.
Ya con la Dictadura del general
Primo de Rivera, la Compañía Francesa reconocía su labor en las minas titulándolo
como Ingeniero Práctico y en la primera quincena de enero de 1925 fue
proclamado junto a varios altos representantes de los intereses de la Sociedad
Minera y Metalúrgica de Peñarroya, miembro de la Cámara Oficial Minera de
Córdoba. En abril formó parte de trío ingenieril de la Empresa que atendió
junto a las autoridades melarienses al obispo de Córdoba Adolfo Pérez Muñoz en
su visita pastoral de la aldea de El Porvenir de la Industria.
Una vez fusionadas las villas de
Peñarroya y de Pueblonuevo del Terrible, de las que nació Peñarroya-Pueblonuevo
en febrero de 1927 fue uno de los 20 concejales que serían designados por el
Gobernador cordobés de entre los que nombraría como nuevo alcalde al
prestigioso médico gaditano Eladio León Castro. De estos hombres «laboriosos e inteligentes (…) verdaderos
patriotas» que formaban el flamante consistorio, sus esperanzados partidarios
esperaban que terminasen las obras de los nuevos edificios del Ayuntamiento y del
Mercado de Abastos y que no desmayaran a la hora de llevar a la práctica los nuevos
proyectos «que tanto desea y
necesita esta población»
Finalizada
la dictadura primorriverista, concluyó el mandato del alcalde Eladio León y se
repusieron los ayuntamientos que ejercían el poder municipal en 1923. El último
reconocimiento profesional al Sr. Carrasco fue su nombramiento como “hombre de
la Empresa” entre los siete vocales patronales del Comité paritario Inter local
de Minas, Canteras y Establecimientos Mineros de Peñarroya que comprendía a las
provincias de Córdoba y de Badajoz, según la Real Orden del ministerio de
Trabajo aparecida en la Gaceta de Madrid en octubre de 1930.
Sebastián Carrasco había nacido en la vecina localidad pacense de Azuaga, tierra minera que también explotaba la SMMP, en 1877 e iniciado probablemente allí su aprendizaje profesional antes de trasladarse a esta cuenca cordobesa. Se casó con María del Carmen Ortiz Zapata y de este matrimonio nacieron cuatro hijos, dos de ellos varones: el primero, Antonio, siguió la profesión paterna, se hizo ingeniero de minas y trabajó en Puertollano. El tercero, José nacido en el entonces Pueblonuevo, se doctoró en medicina y tras su muerte fue homenajeado por la labor realizada durante más de treinta años dando su nombre a una de las calles de Villamanta (Madrid). Las dos hembras, Amelia y Mercedes atendiendo a las costumbres de la época, no realizaron estudios secundarios. Que los dos hijos estudiasen permite conocer la valoración que el Sr. Carrasco otorgaba a la adquisición reglada de conocimientos, ya que era consciente de su necesidad para el ascenso social y de las limitaciones del conocimiento restringido que se derivaba únicamente del trabajo y de la experiencia personal. Como la mayoría de sus compañeros técnicos de la empresa, era aficionado a la caza, deporte para el que el Gobernador Civil le acreditaba la preceptiva licencia anual.
A los 54 años de edad, el día 5 de
junio de 1931, apenas a mes y medio de la proclamación de la Segunda República
Española que permitió al histórico militante republicano Fernando Carrión
ocupar la alcaldía peñarriblense, moría Sebastián Carrasco en aquella
expectante y esperanzada Peñarroya-Pueblonuevo ante su inmediato futuro, no
demasiado claro por la crisis que se venía arrastrando tras el “crack” financiero
de 1929 en los Estados Unidos y cuyos efectos se dejaron sentir pronto en los
países europeos. El funeral
se celebró en la parroquia de Santa Bárbara y convocó a una multitud para
acompañar al cadáver, así como a las autoridades locales y a directivos y
técnicos de la empresa que, junto a los hijos y otros familiares presidieron el
acto. Fue inhumado en uno de los nichos del cementerio de San Jorge y
posteriormente trasladado al panteón que su viuda había ordenado construir
sobre el terreno que había comprado el mismo día de la muerte de su esposo y que
se convertiría en familiar.
Su hijo mayor recibió unas semanas después una sentida carta de condolencias del ingeniero Henry Pagezy en nombre de la dirección de la SMMP, desde la sede del número 12 de la plaza de la Vendôme de París, resaltando en ella el haber trabajado con el fallecido en el la explotación minera del Antolín; el haber recibido de él sus primeras enseñanzas de castellano; su amabilidad y su capacidad profesional. Curiosamente la dirección postal que aparecía en el sobre -con membrete oficial de la SMMP- estaba equivocada pues tras el nombre y apellidos del destinatario, tras consignar su categoría profesional como Jefe Minero y como localidad de destino la de Peñarroya, ¡la situaba en la provincia de Ciudad Real! Y es que esta España del sur quedaba muy lejos de la sede parisina de la Empresa.
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